lunes, abril 24, 2023

La vida, con sus razones, con sus versiones...

Quedarse embarazados es todo un galimatías. Es un pocotón de momentos azarosos que deben quedar en armonía para que surja el prodigio. Toda la evolución se la juega en un particular juego de cartas donde los protagonistas, un óvulo y un espermatozoide, puedan, al fin, crear un universo de futuribles y de una sola realidad. Tengamos en cuenta, además, un importante detalle: Ellos, los espermatozoides, son la célula humana más pequeña y el óvulo es, y mucho, la más grande.

Debe ser todo un espectáculo ver que una brutal cantidad de espermatozoides -siendo rácano pensemos en unos 400 millones en una mediocre eyaculación- todos ellos güertos locos en una enorme carrera, para llegar a encontrarse con esa enormidad llamada óvulo -uno- perdido en esa cosa llamada trompa de Falopio en las intimidades, más profundas, de una dama. Lo cierto que son unos cuantos miles los que pueden llegar a ver ese espectáculo, muchos, muchísimos se pierden por el camino y no hay tiempo que perder. Aun la meta, aunque cerca, no ha sido conquistada y el óvulo se ve rodeado de infructuosas cosas que intentan penetrarlo hasta que ocurre el portento cuando, por fin, uno logra entrar en él y la vida sonríe.

Después, de ese instante glorioso, cuando un espermatozoide logra entrar y conquistar el óvulo, todo entra en juego, todo es viable y son posibles todas las posibilidades. Nada es azar, aunque el azar sea la constante. El cigoto humano, producto de esa unión, totipotente él, comienza su viaje en ese torbellino alucinante de divisiones, transformaciones, un “tú pa’llá, tú pa’cá” interno y constante, sin tregua, un “ahora hacemos esto, culminamos lo otro, producimos aquello” infinito. Mientras tanto el cuerpo femenino, ya previamente prevenido, se encargará de alojar, toda esa locura organizativa y constructiva, por un tiempo, en algo llamado útero.

Y, a veces, criticamos las películas de ciencia ficción cuando, en realidad, provenimos de una muy particular, la mejor de todas ellas. Ya lo dijo Og Mandino, somos “El milagro más grande del mundo”, libro de su autoría escrito allá por 1975, y a veces leo esas cosas.

Ahora, aquí frente al teclado y la pantalla, me hago unas preguntas: ¿En qué momento llega la vida? ¿En qué instante el cigoto, ese pedacito de nada entre la nada, tiene alma? ¿Qué es el alma? ¿Quién recuerda su estado de blástula, mórula o gástrula, cuando éramos un montoncito de células algo prepotentes y tan vulnerable? ¿En cuál instante se podría determinar que ese cúmulo de células incipientes existe un algo llamado humano?

Tema peliagudo para tantas iglesias, credos e instituciones, tan lleno de problemas filosóficos, éticos y morales.

Hoy cumplo 60 años.

Gracias a María de las Nieves y a Diego Ramón, estoy aquí.

Lo cierto es que, entre aquellos millones de mi padre, iban la mitad de mí en aquel loco espermatozoide para encontrarse con aquel solitario óvulo de mi madre donde estaba, ya decidido, no sé por quién, y esperando, mi otra mitad. Soy producto de esa rara azarosa danza entre tanta adenina, citosina, guanina, timina.

Si mi madre era, o no, un reloj atómico, con su ciclo menstrual, supuestamente mi instante primigenio debió ser alrededor del 18 de julio de 1962, unos 280 días si me da por la estadística, días antes o días después. Eso jamás lo sabré, es solo un dato anecdótico, un alarde de prepotencia, fanfarronería.  Tuve mi única oportunidad un instante, en el inmenso instante de la eternidad, para ser lo que soy.

Y luego dicen que la vida no juega a los dados, todo el tiempo, con nosotros. Y ella, ella siempre gana.

Soy único. El mundo, mi mundo, se inició, para mí, hace 60 años. Son cosas de mi presumido y petulante ego. Por algo Odalys Sánchez me llamaba Diegoego en aquellos mis días universitarios y, debo confesar, la cosa nunca mejoró. Lo de DI-ego tiene su cosa. Bueno para qué explicarme o justificarme ante ustedes que “me conocen tanto”.

Y ya que les nombro. Gracias.

Gracias, les doy las gracias a todos ustedes que han estado, conmigo, en estos 60 años. Todos ustedes han contribuido a construirme, a crearme, a hacerme, por descubrirme. Todos ustedes me han ayudado a ser lo que soy. Ustedes, cual pequeño o inmenso trocito de piedra multicolor, me han ayudado a construir el mosaico de ésta mi vida. Ustedes, todos ustedes, han sido una hebra, un hilo, un filamento, la trama, urdimbre, hilacha, red, malla, encaje, textura de este manto, este polimorfo tejido, que es mi vida.

Gracias por las letras, por los aromas, por los perfumes. Por la música, por la danza. Por destruirme, por construirme, gracias por robarme mis sueños, por darme otros. Gracias por soñar los sueños que aún yo no he soñado y hacer, lo imposible, para hacérmelos realidad. También por las pesadillas. Por los abrazos, por las despedidas, por los rencores, por las simas más terribles y solitarias, gracias por las cimas más inmensas, pletóricas.

“Me encanta ser como tú”, “me apasiona no ser como tú”. Me fascina reconocerme en ti, me espanta ser como tú. Les agradezco por todas las emociones ofrecidas o robadas, por hacer que ese potro loco corriendo por mis venas tenga sentido o no, Les agradezco por los adioses más duros y ásperos. Gracias por levantarme y al mismo tiempo encerrarme en la cueva más oscura de lo oscuro.

Gracias por la poesía, por escucharte cantar, por esos instantes fabricando estrellas bajo los techados, por el momento “Singin' in the Rain” y sentirme un fabuloso Gene Kelly bailando por media ciudad. Gracias por las noches sin sentido, los días con todos los sentidos, mis instantes de no, los sublimes sí, por aquellos síes, por aquellos noes que quedaron, por la eternidad, encerrados entre largos puntos suspensivos. Por el universo que se crea por el simple roce de una yema de aquellos dedos, por el frío que me quema, por el calor que me sublima…

Gracias por la incertidumbre, gracias por las certezas, por las guillotinas a los horizontes, gracias por entregarme las llaves de tantos caminos cerrados. Por las miradas y suspiros de los verdaderos amigos, aquellos que te dice: “Estoy aquí para escucharte, no para juzgarte”, aquellos con el copón divino de la sabiduría.

Por hacerme cómplice de tu vida, por el “poco a poco”, por “cómo lo haces tú”, por “contigo aprendí”, por “cuando yo te conocí” y enseñarme que la vida puede ser una gran película. Por mandarme al carajo mientras lavas los platos de la cena, por ofrecerme regalos inusuales, por descubrirme en tus lágrimas, por secar tus lágrimas, por secar mis lágrimas, por descubrirte en mis lágrimas. Por los silencios que dicen tanto, por los largos discursos sin decir nada.

Por los besos.

Por aquellos suspiros espasmódicos mientras uno quiere más y todos, todos, nuestros vellos se convierten en bosques de abedules, cipreses o palmeras en las más exóticas playas.

Mi gratitud eterna a todos aquellos que me acogieron en mis más duras y grandes pesadillas, a esos que me hicieron sentir el mejor héroe de la historia. Gracias por permitirme ver el raro sortilegio de aquella mirada que se salía de aquellos ojos, el rumor sudoroso y aquella carcajada. El leve temblor de piel, aquella primera vez para estrenar nuevos besos, nuevas caricias, nuevos por qués, dóndes y cómos…

Gracias por enseñarme a sufrir, a lamerme mis heridas y enseñar, con cierto pudor, todas mis cicatrices, mis arrugas, mis canas o mi propia desnudez. Gracias por las toallas blancas, por disfrutar de los mutis sin sentido. Por los amores siempre en presente, por los amores que ya son olvido. Por los rincones a descubrir, por los platos por disfrutar y licores que compartir.

Gracias por permitirme caminar por sus vidas, recorrer todo tipo de paisajes de la mano de ustedes, por dejarme aplaudir todos sus éxitos y estar allí para ayudarles a levantarse en sus caídas, pararnos y seguir como si tal cosa. Gracias por los nacimientos, cumpleaños, viajes, matrimonios, divorcios, empates, cachos, dramas, comedias, farsas, sainetes, óperas, musicales y zarzuelas.

Coño, gracias por todos esos cantantes y canciones que me hicieron el corazón jirones, por enseñarme a descubrir a Stephen Sondheim y otros tantos y tantas, por los poemas de Garcilaso, las lluvias de versos de cualquier cantidad de métricas y formas, metáforas, silencios, “tocatas y fugas”, por aquellas tocatas, por aquellas fugas mientras el alma caminaba sobre la cuerda floja del deseo.

Por los libros, por el rumor de Aquiles Nazoa mientras uno vivía mil vidas y se ocultaba para ver pasar aquel caballo bien bonito. Neruda escribió “Confieso que he vivido” y yo, debo reconocer, aun sigo viviendo para estrenar, con todos ustedes, mi carcajada más sincera, mi lágrima más pura. Por sus filias, por mis filias, por sus fobias, por mis fobias…

Aprendí a no llorar por los que deciden irse y volverse eternos. Los amores, los de verdad, están con nosotros en presente perfecto y sonreír es la mejor forma de recordarles, saberles que están allí, justo detrás del rayo ámbar de la estrella más bonita, mirándonos y muertos de la risa. Los que se hicieron eternos son perfectos, están más allá de los defectos, virtudes, errores. Sus máculas son eclipsadas por su presencia en nuestra vida. Ya no nos hurtan, ni nos estafan, tampoco nos mienten. Son perfectos, ya no necesitan nada más. Y hoy brindo también por ellos, por dejar su impronta en mi forma de ser, de sentir, de estar.  

Y así el mundo, por todos ustedes, toma sentido en mi sin sentido modo de vivir. Y así el vivir se hace más claro o más oscuro. Sencillamente se hace. No sé qué, pero se hace.

Además, siempre “algo bonito” está y la cosas siempre se arreglan, siempre funcionan, siempre son. Por llenarme de flores, lluvias de pétalos, por hacerme sentir que vivo en constante fiesta cada vez que sé que estas, cada vez que sé que están.

Con todos ustedes, y en éstos largos 60 años, aprendí que no quiero ni necesito ser feliz. Prefiero intentar encontrar la paz, la armonía, la plenitud, la tranquilidad. Divertirme y disfrutar en el proceso es el camino por descubrir, el que deseo andar.

Damas, caballeros y los maravilloso afines -me llevo fabulosamente con los afines de cualquier de cosa- gracias.

¡¡¡Qué bonito es saberles!!!


PS: "¡Si nuestra amistad depende de cosas como el espacio y el tiempo, entonces, cuando por fin superemos el espacio y el tiempo, habremos destruido nuestra propia hermandad! Pero supera el espacio, y nos quedará sólo un aquí. Supera el tiempo, y nos quedará sólo un ahora. Y entre el aquí y el ahora, ¿no crees que volveremos a vernos un par de veces?" Richard Bach, Juan Salvador Gaviota.


jueves, septiembre 23, 2021

LA CONVIVENCIA.

 

Después que pasa la efervescencia del momento, de la novedad, del cómo estás, de qué genial que estés, llega la rutina. El descubrir que lo que hacen no nos gusta, que aquel perfume nos molesta, que hablan muy duro, que se adueñan del control remoto de la tele, que no podemos dormir por el ruido o por el mucho silencio, que traemos nuestros miedos, nuestras tribulaciones o que justamente alguien se va a bañar cuando necesitamos el baño.

De repente añoramos el sabor que aquella sopa, que tenemos un equipaje inmenso de cosas, planes, sueños, proyectos por hacer, que daríamos media vida por ver a alguien y que no es posible, pero, para no molestar, todo lo callamos y, cuando se unen tantas cosas, nuestra cara muestra nuestra versión más amarga, nuestra frente más arrugada, nuestro silencio más profundo. En ello la gente que, generalmente, no tiene ni idea de qué nos sucede, le da por ser creativa y con toda la libertad para hacerse de historias, cuentos, dramas, novelas.

Convivir, no es fácil, se debe tener una disciplina que nadie nos enseñó. Ponernos en los zapatos del otro, intentar comprender, entender, aprender y descubrir, en aquello no que molesta, que nos irrita, la llave para abrir la puerta a nosotros mismos. Así crecemos, evolucionamos y somos mejores personas.

La empatía, palabra tan de moda, debemos conocerla para luego vernos en la mirada de los demás, mirada que son el espejo de lo que somos, de lo que le tenemos miedo y no nos dejar sonreír cerrando todas las posibilidades para conocer al otro. Uno puede bailar solo, pero es más sabroso, más divertido tener una pareja para hacerlo.

Hablar, escuchar, oír, mirar, ver y no acusar, juzgar o/y condenar es lo mejor. La cosa es que olvidamos que también, alguna vez, nosotros estamos en ese tren y queremos hablar, ser escuchados, oídos, mirados, vistos y encontrar esa mano cálida que nos muestre, mirándonos a los ojos, que estamos en algo llamado hogar.

 

Diego Alejandro Ramírez Peña.

Ginebra, 23 de Septiembre de 2021

lunes, agosto 16, 2021

No one has ever loved me...

Para aquellos que nacimos como en otro mundo, que a los cinco años nos despertábamos escuchando a Los Indios Tabajaras cantando “Por qué Eres Así”, por Radio Rumbos o Radio América. Nos tomamos prematuramente nuestra dosis espesa de Libertad Lamarque, Javier Solis, Elio Roca, los Cinco Latinos, Los Panchos, Marco Antonio Muñiz, Chucho Avellanet, José Luis Rodríguez, Ivo, Estelita del Llano, María Teresa Chacín, Magdalena Sánchez, Alfredo Sadel de camino al colegio. Los que hemos reescrito todas las canciones de Armando Manzanero, pasamos, dejando el alma, en un tango, suspiramos con una bossa nova, bailamos con la Celia y su “Dile a tu nuevo querer”, con el Willy Colón borramos el parquet con su “Amor verdadero” y tomamos como nuestras todas las canciones de José Alfredo Jiménez, César Portillo de la Luz, Agustín Lara, y hasta nos quedamos afónicos con las de Juan Gabriel -aunque lo neguemos- nos es difícil no conectarnos con canciones que nos mueva las vísceras. Ya el ser venezolano, ese extraño cóctel patrio del melodrama, nos hace especialmente especiales en materia emocional, nuestra Lupita Ferrer interna la tenemos muy bien aceitada y hasta algunos tenemos el componente genético del moqueo fácil a la primera nota de la escala cromática. Detalle aparte son las canciones de nuestro autores y cantantes patrios, eso es un tema largo y complejo pues los artistas patrios, de cualquier disciplina, son así de largos y complejos.

 

Como muchas cosas que suceden cuando uno menos lo espera, encontré, hace algunos años, un documental, vía youtube, sobre aquellas 6 canciones en la carrera, como creador, de Stephen Sondheim. Sin saberlo había admirado a ese compositor desde que tengo uso de razón, él fue el letrista de West Side Story que junto con la estupenda música de Leonard Berstein nos regalaron, entre tantas otras, las increíbles “María”, “Tonight”, “Somewhere”. Por cierto, tengo hambre en descubrir qué giro le da Steven Spielberg, a la historia de Maria y Tony, en su nueva película. Me toca esperar, no me queda otra.

 

A medida que me estoy poniendo más viejo, cada tanto tiempo regreso al mundo sonoro de Sondheim y vuelvo a sonreír pues no solo su mundo sonoro es soberbio, sus canciones son nada fáciles -desde el punto de vista técnico, de estructura y vocal, uno debe tener los pulmones de un elefante para salir de ellas sobreviviendo- pero, además, te suelta el propio bofetón imprevisto dejándote sin dientes, llorando por los rincones y robándote todos tus suspiros. Masoquismo puro y duro, de ese que te hace crecer y creer en la gente.

 

El increíble mundo de la producción de Stephen Sondheim, lleno de una soberbia ironía, va desde la acre “Could I Leave You?” o mi himno de vida “I'm Still Here” del musical Follies de 1971. Están "Another Hundred People”, “The Ladies Who Lunch” , “Getting Married Today” o la misma "Being Alive" del musical Company de 1970. Hasta la canción “Sooner or Later”, de la película “Dick Tracy”, de 1990, con la que Madonna ganó el Oscar a la mejor canción original, le pertenece a Stephen Sondheim. Todas sus canciones son tan vigentes como si hubiera sido escrita ayer o hace unas horas.

 

Desde anoche una canción de Sondheim está dando vueltas en mi mente, pertenece a un raro bocadillo llamado Passion, un extraño musical estrenado en 1994 más cercano a una ópera italiana, a lo Puccini o del mismo Verdi, que a un musical al uso. Entre sus canciones hay una mínima aria al final del 2do. acto, que la interpreta Giorgio frente a Fosca. “No one has ever loved me”

 

No one has ever loved me

As deeply as you

No one has truly loved me

As you have

Love without reason

Love without mercy

Love without pride or shame

Love unconcerned

With being returned

No wisdom, no judgement, no caution, no blame

 

No one has ever known me

As clearly as you

No one has ever shown me

that love allows everything

Not pretty or safe or easy

But more than I ever knew

Love within reason

That isn't love

And I've learned that from you...

 

Cuando uno ama, o cree amar, descubre que eso es justo lo que quiere decir, y es lo que descubrimos cuando se mira a los ojos de quien uno dice amar. Hoy 16 de agosto de 2021 cumplo 31 años desde que me miré en aquellos ojos y, como dice la canción de Armando Manzanero, “Seguimos juntos” y seguiremos construyendo un mundo donde el nosotros es más grande que el tú y yo -Claro, Aldemaro Romero dice que “Tú y yo formamos una multitud” y también, en eso, tiene razón-

 

Gracias a todos ustedes por acompañarnos con la cálida sombra de su amistad, por perfumarnos la vida con su presencia, por estar, ser y existir. Todo ello también es una forma de amar.

 


 

miércoles, mayo 19, 2021

Cuando la radio toca a tu puerta, en una tarde con lluvia.

En la casa de mi abuela, “La Filósofa”, era territorio definitivo la música latina con varias casas reales. Monarquías con sus cabezas coronadas y nombre propios. La mayoría venía con el boleto de las películas mexicanas donde Libertad Lamarque era la reina absoluta. Todas las mañanas, a la hora del café mañanero, se escuchaba por Radio Rumbos, las noticias, coplas y canciones. Pedro Infante, Javier Solís, María Luisa Landín, Toña La Negra, Los Panchos, Marco Antonio Muñiz y los Indios Tabajaras con su “porque eres así” se desayunaban con nosotros.

 

Los Ángeles Negros, Elio Roca, Sandro, Leonardo Fabio, llegaron de la mano de Nilda, la hija de la vecina de mi abuela, que graciosamente descantaba sus canciones y todas las notas huían buscando refugio en nuestros inocentes oídos. Nuestra ración de música española llegaba de la casa de los Meleán, Don Antonio y sus hermanos nos mantenían al día con su cargamento de Raphael, Rocío Dúrcal, Carmen Sevilla, oles, mantilla y papas arrugás.

 

En los 70 llegó mi padrastro y con él Joan Manuel, cosa que le agradeceré de por vida. Mi ración de música italiana y francesa, cantada en castellano, llegó por mi madre. Mina, Gabriela Ferri, Nicola Di Bari, Rita Pavone, Riccardo Cocciante, Peppino Di Capri, la Raffaella Carrá y el inevitable Charles Aznavour con su r infinitas.

 

El primo de mi abuelo, Hugo, nos hacia la fiesta, los fines de semana, con su cargamento de Daniel Santos, Celia, La Sonora, La Billo’s, Los Melódicos para agobio de mi abuela y mi tío, el esposo de mi tía, estrenaba sonrisa mientras se escuchaba a “esa” mujer, que no era otra que La Lupe.

 

El moquero patrio, por la cuadra, fue con la muerte de Cherry Navarro para luego ponerse más espeso con la de Felipe Pirela. Obvio que ya se escuchaba a Magdalena Sánchez, Nancy Ramos, Rudy Hernández, Mirta, Las hermanas Chacín, Mirna, Lila, Los Naipes, Rafael Montaño, Mario Suarez, José Luis Rodríguez, Mirla, Mayra, Héctor Cabrera y demás pléyades patrias.

 

Cuando yo estaba cursando el quinto grado de primaria, y tomaba el autobús, era el reino de Radio América, La voz de Carabobo o la Radio 810 según el gusto del conductor.

 

Mi cultura de música en inglés era casi inexistente, a veces una pizca de The Beatles, media cucharada, tipo celaje, de aquello que se llamó Woodstock y Radio Satélite. Carmen era una chica que trabaja en la casa de mi madre, allá por 1974 al 76, y ella, cuando nadie estaba en casa, se volvía roquera escuchando a Radio Satélite. Para mí fue un sarampión que llegó y pasó, mi gusto por el rock es algo como de “ajá, sé que existe” y poco más.

 

“You've made me so very happy”, no tengo idea de cuando fue la primera vez que la escuché, lo cierto que los melenúos de Blood, Sweat & Tears se presentaron, alguna vez, en la plaza Monumental de Valencia y aquello fue “el fin del mundo” según las amigas de mi abuela.

 

Hoy, hace un instante, sin buscarlo, de repente, escuché esa canción y llegaron a mí un camión de recuerdos -y la razón de este ejercicio de memoria-, pero no recordaba el intérprete, su particular voz no es precisamente de una persona de raza negra, aunque la canción tenga su impronta, el tema de Blood, Sweat & Tears es una mezcla de estilos que me lleva al rhythm and blues, al soul, jazz con arreglos complejos, con una sección rítmica clásica y una increíble sección de instrumentos de viento pero, al mismo tiempo, como una gran sombra, me llevaba al más genuino sonido de Motown Records de aquellos últimos 60.

 

Voy a Google y cuál es mi sorpresa, la primera interprete de ese fantástico tema no es otra que Brenda Holloway, una estrella perdida de ese universo sonoro que, en su momento, llegó a ser la Motown y que además es su autora. Luego lo cantó un montón de gente, Lou Rawls tiene una exquisita versión y hasta Cher tiene la suya. Todo un descubrimiento en este día gris ginebrino.

 

“You've made me so very happy”, es lo que me hacen sentir todos ustedes y hoy se los regalo en sus dos versiones. La de Brenda Holloway y la de, por supuesto, Blood, Sweat & Tears. 

 

https://www.youtube.com/watch?v=3zvTvZcmouU 

 

https://www.youtube.com/watch?v=9cWPbLxtsLs 

 

miércoles, marzo 31, 2021

Miércoles Santo.



Hoy para los católicos apostólicos, y demás “ólicos”, sería Miércoles Santo. La mayoría de las iglesias, normalmente, estarían vestidas de morado y el Nazareno sería sacado en procesión. Desde hace un año la cosa ha cambiado, el panorama es distinto. El coronavirus, queramos o no, se ha instalado y trastocado todo en nuestra vida. Ella, la vida, nos ha regalado otra realidad que en constante cambio nos tiene locos, expectantes y agobiados.
 
Hoy también se termina el mes de marzo y con el inicio de abril pienso en Dios, en mi concepción de Dios, en lo que creo que es Dios. Muchos de mis amigos y afectos creen que no soy creyente, hasta mi familia lo piensa. No soy de ir a iglesias o alguna institución religiosa a participar en ritos o asambleas, voy por mera curiosidad estética y/o arquitectónica, soy más pedestre. No existe nada más excitante que entrar en alguna iglesia medieval y jurungar sus tripas. Descubrir,  por ejemplo, el ingenio de los constructores al idear esos arbotantes, en una iglesia gótica, es una maravilla.
 
Ahora, por qué pensé en Dios?
 
Pues, por aquí, estamos en plena primavera y todo es un festín de hojas, flores, colores y me pregunto: Quién soy yo para ir a molestar a ese señor con mis cuitas, con mis avatares, con mis problemas, con mis dolores o necesidades? Ya, de plano, existir, es, de Él, un regalo inmenso. Bueno, también me hubiera gustado tener más cabello, unos 5 centímetros más -no en donde se lo imaginan- o tener el don de lenguas, -es conocido que cuando el Espíritu Santo llegó para dar ese don yo estaba comprando pan y llegué tarde- pero en líneas generales no me quejo.
  
Solo me queda dar gracias y respetar lo que ese Señor -y si de repente Dios es una señora?, se imaginan TODO lo que puede pasar con tantas religiones machistas?, da como para, por lo menos, mil argumentos- diseña desde que tengo uso de razón y mucho antes incluso. Pensar en mover Júpiter, con sus 82 lunas, no debe ser nada sencillo en el increíble ballet del cosmos, y eso es solo un detalle para medio entender su grandeza.
  
En un particular ataque de caspa de mi alma, me dio también por recordar las virtudes cardinales. No soy perfecto y tengo un pasado de misa, casi a diario, y esas cosas no son nada sencillas de borrar o dejarlas de un lado. En fin, de las virtudes cardinales siempre me ha llamado la atención *La Templanza* creo que en ella están encerradas las otras tres pues de nada te sirve tener prudencia, justicia y fortaleza si no tienes templanza. Seguramente estoy completamente errado, como es normal en mí, pero eso es lo que me ha enseñado la vida. Ser sobrio en plena tormenta, mantener el rumbo sin brújula, tener un criterio y la dignidad de aceptar que uno se equivoca es parte del juego. 
  
Pues amigos, les regalo la palabra templanza para lo que queda de este 2021 y que el Dios de mis abuelos te bendiga a ti y a tus afectos.


Diego Alejandro Ramírez Peña.
Ginebra, 31 de marzo de 2021

lunes, marzo 08, 2021

08 DE MARZO.

 


 

 

Mi vida se la debo a un mundo de mujeres, actualmente mi trípode está formado por mis 2 tías y mi madre. Ellas, junto con mi abuela "La Filósofa", son mi referencia y el cómo me enseñaron a valorar, comprender, entender, aprender, querer y amar al que tenga al frente, sea quién sea. Pues, el respeto es lo más importante en toda relación. Eso sin nombrar las mujeres que me han perfumado la vida. Ellas me han formado, me han educado. A todas ellas mil gracias. 

No suelo celebrar días oficiales, sólo los cumpleaños. Acepto que mucha gente busca reinvindicaciones y es justo. Por mi parte siempre he pensado que los géneros se complementan, el día no tiene sentido sin la existencia de la noche. 

Todo lo mejor para todos ustedes. 

Diego Alejandro Ramírez Peña, 08 de marzo de 2021

jueves, febrero 04, 2021

Febrero 1991

La segunda luna llena del año 1991 llegaba el 30 de enero. Yo observaba, un 02 de febrero, su belleza mordida y convertida en menguante, vestida de nubes, sentado en aquel vuelo de Swissair número 152 que salía de Caracas con destino a Zürich. En ello, por encanto, escuché un "_Va, pensaron, sull'ali dorate; va, ti posa sui clivi, sui colli..._" y me fundi en el sortilegio azul que entraba por mi ventanilla. La música, siempre, ha sido importante en todos los grandes momentos de mi vida. Una nota me lleva a recordar, perderme en el horizonte, volar, evocar sensaciones, caras, miradas, sonrisas, llantos, besos... Es increíble que hoy, 30 años después, esté sentado, en el aeropuerto de Ginebra. La vida que se empeña en jugar a los dados con nosotros y el Dios de mis abuelos sonríe desde su grandeza besándome la frente. Te regalo una canción, la primera que recuerdes, y brindo por ti, por saberte en mis días, en mi vida y ser mi presente. Gracias por ser, estar y existir.

domingo, enero 03, 2021

Ya de vuelta a casa.

 


El mundo ha dado unas cuantas vueltas desde el 24 de diciembre, que salimos, hasta hoy 03 de enero. Iniciamos un nuevo año y aun nos hacen faltas aquellas sonrisas, aquellas miradas que iluminaban nuestro horizonte, los abrazos no disfrutados, los besos que no dimos. El 2020, en definitiva, fue un año muy complejo, puede decirse que hasta caótico pero en lo personal fue nutritivo, me dio nuevas herramientas, nuevas experiencias y maneras distintas para verme en el espejo. Me ayudó a crecer que, a final de cuentas, es lo más importante en la vida.

 

¿Qué espero, qué deseo del 2021? En primer lugar salud para todos mis afectos, una mayor oportunidad para verme en muchas miradas -y si es con brillitos nuevos, mejor-, estrenar bonitos instantes, aprender, comprender y ser un poquito mejor.

 

Y todo ello quiero disfrutarlo con ustedes, contigo…

 

Gracias por ser, estar, existir y perfumarme la vida.

jueves, diciembre 24, 2020

Pintar la casa...

 Por nuestra cultura “occidental y cristiana” diciembre se viste de esperanza y cuando éramos niños contábamos, ansiosos, los días para la llegada de la navidad. Era ver que en la sala se vestía de arbolito, de nacimiento -pesebre o belén, según el país-, mientras nuestras madres y abuelas luchaban por elaborar la comida del 24 o pensar qué se iba a estrenar el 31 de diciembre. Eso sí, pintar la casa era un mandato tácito y ya desde meses se decidía si era pertinente colocar el mismo color o cambiarlo.

 

Pintar la casa.

 

En mi país el 24 de diciembre tiene el sabor de hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina, pernil, dulce de lechosa y, sin duda, música. Es recordar a Richie Ray con su “Jala jala”, cuando yo tenía 4 años, Julio Jaramillo con su “Campanitas”, el inevitable Tony Camargo torturándonos para creer que “yo no olvido el año viejo”, mientras José Luis Rodríguez, con La Billo’s y antes de ser “El Puma”, nos seducía a que “Cantemos con alegría”, eso sin olvidar que Nelson Zavarse le diera por grabar, allá en 1963, año de mi nacimiento, “Faltan Cinco pa' las Doce”. ¿Y dónde ponemos a José Feliciano cantando “Feliz navidad”, sin cortarnos las venas?

 

Gaitas y aguinaldos.

 

Esto es meterse en aguas profundas y terriblemente peligrosas. Desde Lila Morillo cantando con los Cardenales del Éxito -Garagarufa- inolvidable es aquella portada “La soberana en gaita” disfrazada de Virgen de Coromoto sin el niñito en sus manos, según mi mirada infantil. Recuerdo a ver Los Tucusitos en aquel CVTV, cantar las recopilaciones del maestro Vicente Emilio Sojo -Entre otras Cantemos, cantemos”, “De contento” o “La jornada” que todo el mundo llama “Din, din, din”-. Era escuchar a Joselo y Simón en aquellas producciones de Hugo Blanco. La voz Nancy Ramos, a La Verde Clarita, El Quinteto Contrapunto, a María Teresa Chacín, a El Orfeón Universitario de la UCV con su “Toma lo que te ofrecí”, el Negrito fullero de Daniel Alvarado y, es inevitable, Guaco.

 

Para los más jóvenes seguramente tendrán otros referentes, otros sabores, otros olores, otras tradiciones y otros entrañables recuerdos. Pero esa es la navidad, el fin de año que yo recuerdo y que se me diluye como una gota de agua en el océano. Se supone que eso será vivir.

 

Y aquí, a mis 57 años sólo me queda sentarme a recordar aquellos tiempos idos donde estaban personas que ya no están, lugares que desaparecieron, sonrisas que se quedaron allá, rumores que se apagaron, pasos de bailes que se congelaron y se transformaron en un simple gesto. Sólo me queda sonreír pues me quedan todos esos momentos, muy dentro de mí, todos ellos son mi tesoro, son "las monedas de chocolate que atesoso secretamente debajo de la almohada de mi niñez". Gracias mil al increíble Aquiles Nazoa estés donde quieras estar.

 

“Termina diciembre, otra vuelta del trompo del tiempo” y hacemos promesas, y haremos promesas, y le vuelvo a robar los versos a la canción de Henry Martínez pues eso es diciembre, un constante “Haremos promesas”, la idea es, después de tanta vueltas, “lograr pintar la casa de nuestra vidas”. Me pregunto, y te pregunto: ¿De qué color pintaremos la casa de nuestras vidas?

 

Una vez Antonio Gala dijo lo de: Somos una centella que cruza el anchísimo pecho de la noche, de repente, y va de la oscuridad a otra oscuridad. ¿Por qué no brillar mientras dure el brillo y ser estrella?

 

Te deseo una hermosa navidad, llena de esperanza, de bonitos sueños, de maravillosas promesas y un nuevo año para que, como gran cuaderno de páginas blancas, lo llenes de lo que desees escribir, construir, crear para ti y para todos tus afectos.

 

Ginebra, 24 de diciembre 2020.

domingo, noviembre 22, 2020

La vida y sus cosas...

Tengo la gran suerte en tener amigos que me hacen realidad mis sueños aun no soñados. Amigos que me regalan sus mejores carcajadas, los que me dicen: “Hola Dieguito”, me subliman y me hace ver que la vida es maravillosa.

 

Hoy, 21 de noviembre, de hace un año que sin beberlo, sin buscarlo y ni soñarlo mostraba algunas de mis fotografías en una exposición de fotos bajo el manto de los 500 años de la fundación de La Habana y en la casa Simón Bolívar.

 

Todo comenzó un año antes, el 09 de febrero del 2018, donde un proyecto personal de mi amiga Linda D’Ambrosio que junto Kodiak Agüero, Renzo Pineda me diseñaron una exposición en Madrid con el nombre de “Son de La Habana”. También tuvo, en la distancia, una participación Alexis Trujillo desde Venezuela. Ellos todos junto con Fermín Valladares, y arropado por mis amigos de Madrid, me regalaron miles de brillos nuevos en mis ojos.

 

Pensé que todo quedaba allí y mi eterna gratitud.

 

Pero…

 

Un día, en La Habana, casi un año después, le comenté a Ileana Ríos sobre esa exposición y ella me dijo: “Puedo ver el material” y se lo dejé como quién muestra, pero con mucho pudor, sus medallas. Luego, y desde una distancia de unos 8000 kilómetros, ella me dice: “Éste material está buenísimo para los 500 años de La Habana, estarías interesado en mostrarlo” y con cara de asombro, sabiendo que era una quimera le respondí, casi sin pensar, un “sí, por qué no?” y un pelota para mí.

 

Al volver a La Habana, dos meses después, y con absoluto asombro de mi parte, ya tenía productora, una increíble Niurka Avilés, y una curadora de cuento, Sandra García. Mi aporte, el cual tuve claro desde el principio, era el nombre “Doña Coqueta”, así era como yo llamaba a Carmen Victoria Pérez que antes tuvo el mal gusto de irse, unos meses antes, dejándome huérfano de sus carcajadas.

 


Luego, de forma casi mágica, llegaron al proyecto aportando su sapiencia Duvier Del Dago, Gabriel Caballero y hasta una Mayra Licea que le hice recorrer, el día de la exposición, media Habana con un machete en la mano.

 

La lista de gente amiga es enorme: Ramsés, Julio, Carlos, Mario, Yani, Rey, Yasiel, todo el personal de la Casa Simón Bolívar en la presencia de su director Álvaro Verdes -su cara a la hora de cortar la cinta, fue, para mí, un regalo de la vida-, la gente de Biky que hicieron el instante como de ellos. Gracias mil a todos mis amigos músicos, actores, cantantes, productores que siempre están allí.

 

Lo dicho, tengo amigos que hacen realidad los sueños que no he soñado. Ellos los fabrican, los construyen, los preparan, los hacen realidad.

 

Aquel día leí un texto que comenzaba así: “Algo bonito. La vida, no es nada, sin algo bonito”. Y lo certifico.

 

Y concluí:

 

“Agradecimientos. Todos. Y si he de nombrar a una persona. Esa eres tu Maruja. En ti se concentra todo lo bello y hermoso que hay en La Habana. Si se hace una encuesta entre los presentes, podría asegurar que todos te conocen o conocen a alguien que te conoce. Tú eres “Mi sonrisa de La Habana” y en ti les doy las gracias a todos mis amigos. Mis locos maravillosos. Gracias por estar, ser y existir, gracias por perfumarnos la vida.”